Un buen presidente gobernará con profesionales y será consciente de las consecuencias perversas para la población (130 millones) del sobreendeudamiento y la inflación, sabrá que subsidiar gasolinas traslada recursos a los más ricos. Un buen presidente también incrementará el ahorro del régimen de pensiones, nuestro mayor reto financiero. Un buen presidente respetará los recursos que entren por la Reforma Energética para los fines intergeneracionales que son la razón de ser del Fondo Mexicano del Petróleo. Un buen presidente comprenderá que los dineros aplicados a la exploración rinden mucho más que si los dedicamos a la refinación y que con la Reforma Energética el Estado mexicano pudo liberar muchos recursos que se mal invertían en la empresa estatal, donde el sindicato encarece todo, recursos que pueden ser usados en infraestructura, hospitales, escuelas, actividades en las que el Estado no siempre puede apoyarse en dineros privados.
Fuente: Excélsior Pág. 12. Columna Federico Reyes Heroles