Es una situación complicada para el gobierno. El presidente López Obrador, y la secretaria de Energía, Rocío Nahle, estaban tan confiados de elevar la producción petrolera, que México buscó imponerse en la OPEP para no reducir la producción de Pemex en menos de 1.7 millones de barriles diarios, que ahora ni siquiera los podemos producir. El capítulo de las negociaciones con la OPEP fue ríspido. Pero López Obrador y Nahle confiaban en la producción de Pemex y, ahora, lamentablemente, estamos 150 mil barriles debajo de la meta permitida por el organismo petrolero. Se sabía que reactivar los pozos de Pemex no sería sencillo: era una inversión multimillonaria. Esos enormes costos hicieron que en el sexenio anterior, se recurriera a la inversión privada en aguas profundas. Las rondas petroleras, donde participaba la inversión privada, se cancelaron para abrir paso, únicamente a Pemex en la exploración y producción. Se sabía que se dejaba de lado la otra apuesta, la de energías renovables, para dejar paso al combustible fósil. El actual gobierno se lanzó a reactivar Pemex. Hoy la empresa petrolera ni siquiera ha podido sostener los ritmos de inversión en exploración y producción.
Excélsior Pág. 002. Columna José Yusté
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